Cuarenta y cinco días atrás, San Lorenzo de Almagro era el equipo ideal de la vida. El del año. El susceptible de ganar todo lo que jugara.
Sus méritos eran haber ganado los dos primeros partidos del Inicial ante Olimpo en el Gasómetro pidiendo la hora y por goleada, y jugando bien en una cancha de Racing sin gente y ante un equipo que con el correr de las fechas demostró ser muy chiquito.
Cuando le tocó perder un par de encuentros con Argentinos y Quilmes; quedar fuera de la Sudamericana aún sin merecerlo frente a River y entrar en una irregularidad propia de todos los que juegan por aquí; aquella chapa de candidato a la triple corona y a la fiesta permanente, cayó en una tacho de recuerdos endebles, frágiles y el San Lorenzo de Pizzi pasó a ser una comidilla más para los agoreros de siempre. Me coloco, si se me permite expresarme en primera persona, en aquellos que dudaron siempre de tanto poder y juego en los azulgranas de Boedo.
Uno observaba buenas intenciones, adquisiciones interesantes, mas nada que acreditara campeonatos y victorias al por mayor. Llevar al club a Elizari, a Cavallaro, a Cauteruccio y otros, ha sido una excelente apuesta de la dirigencia y el técnico, teniendo en cuenta que son jugadores jóvenes, con posibilidad de reventa y que a su lado, el cuerpo técnico le ha ido dando espacio a un grupo de pibes del club realmente promisorios.
Se puede agregar que los que están cerca del club, lo ven muy bien desde lo económico y organizativo. Pero, todos sabemos que para la gente, para el general de los hinchas y aún para buena parte de la prensa, sin títulos, sin vueltas olímpicas, nada sirve. Y no es así si uno bucea en la verdad como tal, en la honestidad intelectual que deberíamos tener todos a la hora de ver y fundamentalmente de analizar el fútbol.
Por ello es que luego de ver la victoria clara y contundente ante Gimnasia, me senté en la mañana del domingo en nuestro hotel porteño, antes de ir a Boca-Quilmes y mientras la lluvia pegaba en los ventanales y le daba al Obelisco una imagen gris y húmeda, me asombré de leer los diarios que hacían comparaciones insólitas entre el Ciclón y el Barcelona, jugando con los colores y el juego, calificando a los de Pizzi como “los tocadores de Almagro”, y poniendo otra vez en un sitio exagerado al equipo gaucho. San Lorenzo juega lindo. De eso no hay duda. Al menos lo intenta y entonces varias veces le sale jugar bonito y bien, que no son la misma cosa.
Pasó a Estudiantes de Caseros en la Copa Argentina por penales y jugando mal aunque de a ratos lindo. Había empatado en cero con Godoy Cruz en el Gasómetro, una cancha en la que salvo este Sábado no ha tenido grandes actuaciones. Es decir, ha alternado buenas con malas y por cierto muchas regulares. Por eso es que se aplaude la intención de Pizzi y los suyos. Pizzi-Tiki como titularon los diarios este domingo. Siempre será bueno que como ocurrió con Ñuls el torneo pasado, la corona se quede con los que tratan bien a la pelota.
Pero eso de ponderar en exceso una actuación y por ende darle a ese conjunto el carácter de topadora, exquisito y futuro campeón, es erróneo y falaz. Porque si San Lorenzo pierde feo el próximo fin de semana, dejarán su lugar los melosos para dar paso a los profetas derrotistas. Vale la pena intentarlo, San Lorenzo.
Por más que haya pesimistas como yo. Es que no hay peor trámite que el que no se hace. Y como decía un amigo, no hay mujeres imposibles sino hombres impacientes.
Osvaldo Webhe
Cadena3.com.ar